Hace unos años me topé con un libro que me ayudó a poner en palabras la necesidad tan grande que tenía de romper toda relación con la palabra “DIETA”. Desafortunadamente existe una mala concepción entorno a esta palabra. Mientras que en la escuela te enseñan que “dieta” es ese conjunto de alimentos aislados y platillos que una persona consume al día (1), el 95% de mis pacientes creen que la palabra “dieta” implica sufrimiento, es algo aburrido y sin sabor, es comer poco, e incompatible con muchos de los alimentos que te gustan y generan placer.
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En el afán de cuidarnos, mantener un peso saludable, pero también encajar en este nuevo “estándar de belleza”, hemos creído y nos han hecho creer que existen muchos alimentos que no se deben consumir, sin importar que nuestros gustos, preferencias, contextos, cultura, etc. Todo esto provoca que poco a poco nuestra relación con los alimentos se vaya deteriorando.
El libro que les mencioné en un inicio busca mejorar la relación con los alimentos a través del mindfulness. Esto implica “prestar atención de manera deliberada, ser totalmente consciente de lo que sucede tanto en tu interior -en el cuerpo, el corazón y la mente- como fuera, en tu entorno” (2).
Contrario a lo que muchos creen el afán del mindfulness no es la pérdida de peso, más bien busca que seamos más conscientes de qué, por qué y cómo comemos, sin hacer juicios, sin sentir vergüenza, mucho menos culpa. Especialmente te enseña a explorar en el momento presente todas las señales y sensaciones alrededor del hambre y cómo satisfacerlas.
Con esto utilizaras todos tus sentidos a la hora de comer, te sentirás más empoderados y nutrirás no solo tu cuerpo, también tu corazón.
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